La cotidianidad en Bilbo

12 de enero 2012.

Después de mi tan movida última semana del 2011, la semana siguiente fue de total recuperación. Vease dormir mucho, hacer nada, descansar y vaguear hasta donde se podía. Pasados los días entonces estuve un poco más activa: empecé a hacer las tareas asignadas desde diciembre, ordené mi habitación, lavé la ropa y fui al salón. Esto último toda una experiencia. 

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Santo Tomás y algunas otras locuras

Desde mi llegada de Madrid, la estadía en Bilbao fue bastante tranquila: llegar a clases, salir de clases, hacer comida, fregar, dormir, hacer tarea…etc, etc, y alguna salida al Kareoke (donde nos degalillamos cantando). Hasta el sábado cuando recibimos la visita del novio de Frantxy y uno de mis más viejos amigos. Sentí como si un pedacito de dominicana hubiera llegado, más la grata sorpresa de algunos mensajitos enviados por varios de mis amigos.

Pero francamente no llegó en un buen tiempo, desde la semana pasada estuvo lloviendo, y ese weekend el temporal que azotaba la costa se sentía en pleno de la ciudad. Claro que la semana no comenzó mejor, mi gripe que no me deja ni me abandona, más las constantes lluvias, más las bajas de la temperatura… Bueno, todo eso me tenía con el pecho sin servir, la nariz  roja y la garganta que no dejaba de picar.

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La entrevista y la enfermedad

Después del mega weekend de viajes y conocer País Vasco, la siguiente semana pasó en tranquilidad y sin mucho qué contar más que lo normal de ir a clases. Algo distinto que hubo esa semana fue que me tocó realizar mi primera entrevista para la clase de redacción. Hablé acerca del Puente de Vizcaya, un Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO, así que tenía que dirigirme a una autoridad, véase el director de relaciones institucionales de este. 

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Tres historias, un fin de semana 2

Esa noche del sábado por cosas de la vida terminé acostándome a las tres de la madrugada. Y es que a pesar de que teníamos que tomar el autobus de San Sebastian a las 8:40 a.m, tuve que quedarme a esperar a mi amiga Wen, quien se quedaría a dormir esa noche conmigo.

Cuando la alarma sonó a las 7:30 am, odié haber comprado el ticket para tan temprano. Claro que la idea era salir a tiempo para poder disfrutar el día y regresar antes de las 7:00 de la noche. Pero seamos honestos, la cama estaba muy buena, hacía frio y todavía necesitaba dos horas más de sueño. Pero los tickets estaban comprados. Así que salimos casi corriendo de la casa, tomamos el metro, salimos a gabela para al final llegar tres minutos después y perder el autobus… Compramos entonces otro ticket de ida, porque el siguiente no salía hasta las dos de la tarde.

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Tres historias, un fin de semana 1

El siguiente fin de semana podría decir que fue muy diferente a cualquier otro finde en Bilbao. Comenzando porque la mayor parte del tiempo estuve fuera de la ciudad.

Luego de una semana sumida en la depresión, recibí el viernes con la noticia de que estaría sola en casa durante dos noches y tres días seguidos. La idea que por un lado me agradó, por otro no parecía muy agradable. Sin embargo, no era la única del grupo que se quedaría en Bilbo. Aunque las elecciones estaban a la vuelta de la esquina y muchos volaron a sus pueblos a votar, habíamos unos cuantos gatos que nada teníamos que hacer. 

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«Nothing good happens after 2 am»

Estoy casi segura que quienes han escuchado esta frase se habrán sorprendido porque la utilice de título, y lo primero que se estarán preguntando es, y ¿qué rayos le pasó a Dahi? Para calmar sus corazones en adrenalina, nada pasó. O casi nada.

Debería remontarme a días anteriores…

La semana había sido realmente tranquila, de hecho algunas personas me preguntaron, y ¿qué ha pasado con tu diario? Pues nada, es que no he tenido mucho que contar. Luego del encuentro con Megrelis, tuvimos un día de fiesta el cual me la pasé de vaga, luego clases, unas más interesantes que otras, y entonces llegó el viernes.

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Nikos Megrelis y el Halloween

Siempre he considerado que mi inglés está muy por debajo de la media. De hecho así era. Sin embargo en las situaciones en las que me he visto forzada a utilizarlo he podido sobrevivir y salir a flote. Aquella fue una de esas situaciones, donde a pesar de no estar plenamente obligada (dado que tenía traductor de por medio) sentía que era una especie de necesidad superar un poco eso de la barrera idiomática (además que nunca es igual con un interprete de por medio).

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Julio, la farra y la gripe

El 28 de octubre del 2011 fue un día de emocionar. Estando tan lejos de casa como estaba, gracias a la tecnología había podido mantenerme al tanto de todo. Incluso enterándome de cosas que sucedían mucho antes que mis amigos allá.

La noticia fue trágica, tanto que el pique que tenía no me había dejado salir esa parte emotiva que ante hechos así me hacen llorar. Cuando vi el primer estado: «Julio está desaparecido desde ayer», lo primero que pensé fue: «va, seguro salió tarde de algún sitio y se le olvidó avisar». Pero luego a medida que pasaba el tiempo y más comentarios llegaban, la preocupación se hizo eco, y en menos de dos horas las redes sociales lloraban ante la noticia. 

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La gente, Moyua, Guggenheim

25 de octubre 2011.

El domingo después de nuestra primera semana de clases del Máster de Periodismo Multimedia, fue tranquilo, casi aburrido… de no ser por un pequeño incidente con un amigo de uno de mis compañeros que casi entra en mi habitación por equivocación a eso de las 9:00 am (el pobre después estaba muerto de vergüenza y apenas si me miraba la cara…). Ese día aprovechamos para dar una señora limpieza a toda la casa, organizar la cocina, limpiar las ventanas, lavar las toallas…en fin. Luego de una insistencia por mi parte, salimos a caminar por el barrio y tomar algunas fotos. 

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Portugalete, bares, juventud

22 de octubre 2012

Nuestra primera juntadera con los compañeros de la maestría fue el primer jueves de nuestra primera semana de clases. A las 8 pm estábamos frente a la estación de Unamuno, Casco Viejo, esperando al grupo para entonces salir hacia los bares. Luego de esperar unos 15 o 20 minutos, nos dirigimos al primer bar, donde había «caña», cerveza de barril, a 2 x 1. Haciendo serrucho entre todos a cada uno le tocó 3 vasos de cerveza más tres vasos de coca cola (para aquellos que no tomábamos alcohol). Como eramos muchos terminamos sentándonos en aquel lugar hasta las 11 y pico, charlando, tomando y tirándonos fotos.

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