Tres historias, un fin de semana 2

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Esa noche del sábado por cosas de la vida terminé acostándome a las tres de la madrugada. Y es que a pesar de que teníamos que tomar el autobus de San Sebastian a las 8:40 a.m, tuve que quedarme a esperar a mi amiga Wen, quien se quedaría a dormir esa noche conmigo.

Cuando la alarma sonó a las 7:30 am, odié haber comprado el ticket para tan temprano. Claro que la idea era salir a tiempo para poder disfrutar el día y regresar antes de las 7:00 de la noche. Pero seamos honestos, la cama estaba muy buena, hacía frio y todavía necesitaba dos horas más de sueño. Pero los tickets estaban comprados. Así que salimos casi corriendo de la casa, tomamos el metro, salimos a gabela para al final llegar tres minutos después y perder el autobus… Compramos entonces otro ticket de ida, porque el siguiente no salía hasta las dos de la tarde.

En el autobus nos dormimos durante la hora y quince minutos de trayecto. Así como que caimos sentadas y los ojos se cerraron. Al llegar a San Sebastian, lo primero que notas es que hay más frío por las mañanas, lo segundo que es hermoso. Unas flechas que te indican qué queda a la derecha, a la izquierda, delante y detrás son la guía para llegar al Bus Tour, nuestra primera parada. Recorriendo un camino lleno de arboles otoñales, la ría a la derecha y hermosos edificios a la izquierda, los 20 minutos de caminata se nos hicieron nada.

Luego de Bus Tour de una hora que te da la oportunidad de pasar por los puntos más importantes de la ciudad, tuvimos suficiente tiempo para decidir cual de todos los lugares visitar con más calma. Primero llegamos al Boulevard, donde a parte de encontrarnos un museo/tienda de arte en la calle, tuvimos la dicha de conocer a un señor uruguayo que nos dejó ayudarlo a terminar su pintura.

Una música de ambiente al estilo de Final Fantasy sonaba a medida que íbamos caminando, y un baile tradicional en medio del parque realizado por algunas personas mayores fue el entretenimiento durante algunos 10 minutos. Terminamos en un café, donde tomamos un aperitivo con café y chocolate caliente.

Seguimos la ruta hacia Playa la Concha, haciendo una parada en el carrusel donde por unos instantes volví a sentirme como una niña. Al comprar los tickets para entrar, Wen pregunta: ¿a mi edad puedo montarme? Y el señor responde: ¿Y por qué no se podría subir usted?

Luego de la vuelta en la fantasía, caminamos hacia la playa, cruzando la arena hasta el otro lado, y llegando al palacio Miramar, donde estuvimos tonteando un rato en los hermosos jardines. Aquí en vez de seguir nuestros instintos, continuar el camino de regreso para llegar a la catedral, terminamos saliendo por la puerta equivocada. Algo me decía que aquel no era el camino correcto, pero caminamos… y caminamos… y cada vez habían más residencias, y menos atracciones… Sacamos el mapa y una pareja al vernos tan perdidas se acercaron amablemente a ayudarnos. Noticia, teníamos que devolvernos. Llegamos hasta una parada de autobus, por el cansancio que teniamos decidimos tomar un bus en vez de seguir caminando.

Aquí nos encontramos con ‘Granny’, realmente no sabemos como se llama, pero la doña fue tan amable y maternal con nosotras, que se nos ocurrió apodarla así. Hasta que no nos montamos en el autobus no nos dejó solas, y sin que ella supiera cómo llegar, se molestó en preguntarle a otras personas para hallar la dirección correcta.

Ya en el autobus y llegando a la catedral, nos quedaba menos tiempo para disfrutar, así que luego de algunas fotos, nos dedicamos a buscar un lugar donde comer, y encontramos el Restaurante Oriental 1. Bajando unas escaleras nos topamos con una decoración muy oriental, pero lo mejor de todo? El menú con la palabra ¡SUSHI! No nos importó que hubieran platos chinos, japoneses ni tailandeses, ni la variedad de mariscos ni pescados, pedimos el sushi más grande que había (una selección de 12 rollos) y pescado frito.

Luego de la jartura (que terminó siendo menos de lo que esperaba) nos dirigimos con tranquilidad hacia la parada de autobus, tirándonos en el piso a mitad de la calle en medio de las hojas caídas de otoño, tomando fotos y siendo niñas. Finalmente a las 5:10 pm tomamos el autobus de regreso a Bilbao. Otra hora más dormidas. Así culminó el viaje un domingo de noviembre, pero claro, para mi el fin de semana no había terminado.

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