Publicado el 29 de diciembre del 2012
Levantarse a las seis de la mañana parece un chiste si estás de vacaciones, claro que si te vas por ocho días de viaje no puedes decir que vas a descansar. Vas a conocer, a tomar muchas fotos bonitas, algún llavero de recuerdo, pero sobre todo es mucho lo que vas a caminar, lo poco que dormirás y lo malo que comerás (no porque la comida sea mala, sino porque habrán situaciones en las que comerás lo primero que encuentras), así que no… Las dietas no valen y menos si es época navideña.
Cuatro horas de carretera en el autobús nos tomó desde París hasta Brudge (Brujas), en Bélgica (hogar de la cerveza, pero como no tomo, me da igual). Y mientras uno trataba de dormir, el guía nos contaba la historia del país desde antes de su fundación, muy interesante todo, excepto por el hecho de que repetía lo mismo como tres veces en una sola frase, y le encanta «bajar para abajo», «entrar adentro», etc… Una cura el hombre. Una de sus primeras advertencias fue: cuidado con los caminos rojos, pueden ser atropellados por las bicicletas. Y de hecho casi me pasa…
Al bajarnos del autobús teníamos aproximadamente tres horas libres para recorrer el pueblo. Definitivamente una belleza. A pesar del frío, de la esporádica lluvia de 10 minutos y del viento infernal que de repente arreciaba, Brudge o Brujas como su traducción al castellano, es definitivamente encantador. Un pueblo bien coqueto, con casas antiguas, gente muy agradable, súper simpática, paisajes hermosos, tranquilo a pesar de la masa de turistas, religioso, pero sobretodo, muy navideño. Caminar los lugares más céntricos sin prisa te puede tomar fácilmente una tarde, puesto que es bien pequeño.
De las curiosidades, pues que el plato típico nacional son las papas fritas. Curiosamente en todos los sitios de comida típica las vendían, y te daban una cantidad enorme. ¡Ah si! Y los mejillones, que te dan fácilmente 1 kilo, cosas exageradas. Como teníamos que regresar al bus a las tres de la tarde, nerviosa me puse cuando empecé a caminar hacia el mercado, con el tiempo en contra, de repente Brudge se me hizo enorme y la cantidad de gente que había, cientos.
Lo curioso es que luego de correr, todavía quedaban 15 minutos antes de que el bus llegara al punto de reunión. 45 minutos nos tomó llegar al siguiente pueblo, Gent. Nada especial la verdad. Un par de Iglesias, un mercado navideño (con un escenario para música en vivo), un puente, otro canal de agua, un poquito más frío.
La sorpresa del día fue llegar a Bruselas, y notar que el hotel era mil veces más bonito que el de París, con la salvedad de que no tenían internet gratuito. Pero para quienes quisieran perderse en esta capital de la Unión Europea, está perfecto. Curiosamente si al llegar a Paris me la pasé comiendo crepes, allí en Bélgica me la pasé comiendo papas. ¿Cuántas libras aumenté? Según Tracy ninguna por todo lo que caminamos diario. Al día siguiente visitaríamos la ciudad, aunque mis compañeros se fueron a explorar la vida nocturna (y fría) de Bruselas, mi cuerpo no pudo con tanto en un solo día, más si había que ahorrar energías para los próximos días que serían igual o peor de pesados.
El lunes se acababa la aventura, que por cierto, no sabía cómo llegaría a mi casa provisional ni cuando, y estaba pensando en eso seis trabajitos que debía preparar para la semana del nueve de enero, pero mientras, seguí conociendo, pasando frío y comiendo. Experiencias como esa no se viven dos veces, por lo que había que aprovecharlas hasta donde se pudiera.