Si seis meses antes alguien me hubiera dicho que me iba a pasar el primero de enero del 2012 en un autobús cruzando Alemania, le hubiera dicho: Estás loco. Pero sí. Así fue.
Levantándonos a las seis de la mañana para salir a las siete y veinte. Todavía tenía sueño de la noche anterior, así que aprovechamos las dos horas y cuarenta y cinco minutos que duramos de Amsterdam a Colonia durmiendo. Nunca pensé que el autobus se iba a volver mi cama predilecta.