Era domingo y teníamos todo el día por delante para conocer otros atractivos de Futaleufú, así que esta vez me levante sin mucho apuro a la hora acordada y bajé a desayunar con calma. Mientras nos comíamos el pan con la palta, el queso y el té que nos servía la abuelita, hacíamos los planes del día. Teníamos que comprar los boletos de regreso para el barco hacia Hornopirén, yo quería lavar la ropa que me quedaba sucia -esa llena de polvo gracias a la caminata en la reserva- y ver si nos daba tiempo subir a la Piedra del Aguila, bueno, Lilo quería ir a la piedra, yo esperaba tener un día más tranquilo.