Como ya había comprobado dos días atrás, mi compañero de viaje carecía del sentido de la puntualidad. Habíamos quedado en reunirnos a las 9:00 a.m, y aunque no tenía manera de despertarme con alguna alarma, a las 8:00 ya tenía los ojos abiertos, por suerte mi cuerpo no sufre esa dificultad cuando viajo. Pero conociendo a mi amigo, me tomé mi tiempo para levantarme. Recogí mis cosas, anduve un poco por el internet, lei un poco, rechacé el desayuno, dado que iríamos por un completísimo (hot dog con tomate y palta).