06 de marzo 2012.
Han pasado casi quince días desde mi última nota. No es para menos cuando hace una semana comenzó lo que llamaría el semestre de la muerte. Lo típico de que durante los primeros meses de clase todo va suave, y de repente sin aviso previo y sólo con un fin de semana de por medio, te encuentras con el mismo demonio.
Claro que estoy exagerando. Pero juzgaran ustedes. A partir de la semana pasada comenzamos materias un poco más prácticas. Desde la elaboración de un periódico de 32 páginas en tiempo real (esto los jueves), hasta la realización de 14 programas de variedad, y 14 noticieros, uno de cada uno, por cada semana hasta mediados de junio (esto los miércoles).
Cuando llegas el primer miércoles a las clases de televisión y lo primero que te dice una de las profesoras es que los miércoles no se come, es que la cosa no estará nada fácil. Iniciando la jornada a las 9:30 de la mañana, para salir a las 2:30 de la tarde (el primer día una aperidad, porque sólo fueron pruebas de entrevistas y estuve todo el tiempo en la sala de control manejando el sonido). Para luego entrar de nuevo a las 3:30 de la tarde, perdón a las 3:20, aunque la profesora dijo que sería 10 minutos más tarde, pero ella de sencilla como estaba aburrida, decidió adelantarse a comenzar su clase – así mismo lo dijo, esto tomando en cuenta que mucha gente apenas pudo comer-.
Y claro, no conformarse con eso, durar dos horas de charla eterna, buscando un debate del cual nadie tenía ganas, para a las 5:45 de la tarde enviarnos a armar un noticiero en directo para las 7 de la noche. Ya se imaginarán el tollo que se hizo. Dos horas para armar un noticiero un grupo en el que el 90% de los alumnos nunca en su vida habían ni agarrado una cámara mucho menos habían estado en medio del estrés de la producción, dirección y realización de un programa de 30 minutos transmitido en directo.
Salir a las 9:30 de la noche, luego de tener el reconfortante mensaje de que habías hecho basura (cosa que no lo considero tal, porque para ser la primera vez lo hicimos de ‘puta madre’), para al día siguiente llegar a las 9:00 am, porque en mi caso, sería jefa de la sección de Sociedad y Cultura, para la segunda edición de Gaur (nuestro periódico). Un día mucho más tranquilo, con algunos puntos de estrés y agitación, pero superado.
Claro que la semana no termina ahí. Porque para el siguiente programa (el primer programa de variedades que se grabará mañana) es necesario grabar un reportaje de tres minutos máximo. Y he aquí el caos en la sala de edición. Cuatro computadoras habilitadas para la edición, cinco grupos de seis personas, un sólo cubículo. Suerte que me tocó un grupo organizado e interesado. Y más aún que manejo el programa, no es en broma cuando digo que hubo grupos sentados desde las dos de la tarde y a las 10:30 de la noche todavía estaban ahí.
Mañana la prueba de fuego con el primer magazine. Cada día más agotados, veremos si es verdad que los miércoles no se come (tengo mi comida lista por si acaso) y a ver como nos resulta todo.
Todavía faltan 24 días para las próximas vacacioness, han habido nueve enfermos en dos semanas, y todavía no tengo tema para el reportaje final de redacción que se debe entregar el 28 de mayo (trabajo este que me vale como una tesis de grado). Sin contar dos reportajes para televisión.
Lo bueno? Que estamos aprendiendo con la práctica, bueno, quienes puedan aprender algo, que existen materias como radio o periodismo cultural, donde en una nos pasamos la tarde aprendiendo a locutar con un profesor que es una maravilla de persona, y en la otra nos la pasamos escuchando a los grandes de la música clásica. Quien hace el Master de El Correo y la UPV, no es gente desde el 27 de febrero hasta el 20 de junio.