Respirando primavera

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25 de marzo 2012.

La primavera finalmente llegó. Un poco extraña la verdad, porque justo el día en que entró el cambio de clima estuvo frío y lluvioso. Pero este fin de semana ha sido espectacular. Como saben no tengo mucho tiempo para salir a despejar la mente, para divertirme a mis anchas, y mucho menos para respirar.

De 12 a 14 horas diarias metidas en el master donde ni siquiera tenemos ventanas en las aulas… la verdad es que respirar aire y recibir la luz del sol está subestimado. Durante estos días he estado más nostalgica de la cuenta y hasta medio depresiva. Acabamos de pasar una semana muy difícil por todos los trabajos que debemos realizar, y el único día que pude salir a la calle mientras haciamos labores academicas, se la pasó nublado y lloviendo. Qué decir de salir el viernes a las 9:30 de la noche demasiado cansada para apenas pensar.

Así que puse un alto a todo eso, y gracias a un pequeño incentivo y mi fuerza de voluntad, decidí no volver a perderme un bello día soleado encerrada en mi habitación haciendo tareas y viendo películas viejas. Me desperté totalmente desorientada, dado que mi laptop marcaba una hora muy diferente a la de mi celular. Una vez más estamos a seis horas de diferencia de casa.

Pero antes de que la depresión acabara conmigo, me levante, preparé mi comida (que al final no me comí y la dejé para mañana), me di un baño y me alisté para salir a caminar. No fueron necesarios los 5 kilos de ropa. Bastaba con un viejo jean, unos converse y una camiseta. Las gafas de sol y un sombrero que apenas he podido usar. Sin preguntarle a nadie, y sin esperar nada, salí colocando la radio en mi celular y los audifonos en mis oidos en dirección a la plaza Moyua.

En Bilbao hay muchos sitios por los cuales puedes salir a caminar un rato. Aunque para mi, Moyua es el punto de referencia de dar un paseo a cualquer parte bonita de la ciudad. Salí de la boca del metro y fue como volver a respirar. El día soleado, las personas en shorts y sandalias, con gafas, con camisetas manga cortas, abrigos amarrados a la cintura, familias tomando fotos, personas sentadas en los parques y en las plazas, se respiraba la primavera.

Caminé un rato hasta llegar a la ría, desde Moyua tomas la calle Ercilla hacia arriba todo el tiempo recto. Al llegar a la ría crucé el puente y desde ahí camine por toda la orilla hasta el Guggenheim. Sin prisas, a mi paso un poco más lento de lo acostumbrado. Deteniendome en cada punto que encontraba interesante o diferente a tomar alguna foto, no tan buena dado que sólo llevaba conmigo mi celular. Alzando los brazos y sintiendo traspasar la brisa entre mis dedos. Mirando hacia el cielo despejado totalmente azul. Respirando primavera. Una primavera veraniega más que nada. En compañía de música, y de mi sombra. Escuchandome otra vez.

Al llegar al Guggenheim, me dirigí a la cafetería que está al aire libre. Pedí una Coca Cola (la primera en siglos) y un pintxo de tortilla dado que no había comido. Me senté en la mesa justo al frente del grupo que en aquel momento tocaba jazz. Y no me importó estar debajo del sol, porque el calorsito que hacía se sentía muy bien. Me quedé escuchando algunas piezas más de esa maravillosa música, y luego seguí mi camino. Me topé con una confiteria y sin pensarlo me compré un helado que hacía mucho tampoco probaba. Los pequeños placeres de la vida.

Con el helado me dirigí a la plaza de Moyua, pero esta vez me senté bajo una sombra a disfrutar del helado y del paisaje. Un chico que me recordaba muchisimo a un buen amigo se sentó cerca. Se comió un bocata (un sandwish) y luego de botar la basura al zafacón, se dedicó a tocar la gruitarra. Unas señoras se sentaron del otro lado a conversar, realmente no sé de qué. Del otro lado había un señor recostado en la banca boca arriba y fumando un cigarrillo, y un poco más allá dos parejas de jóvenes enamorados, conversando tranquilamente. Las personas iban y venían, unos con más velocidad que otros, tomando fotos, detiendose en la fuente, paseando al perro, tomando agua del bebedero. Todos disfrutando de la tarde de primavera.

Luego de escuchar algunas melodías tocadas al azar por este chico, tomar algunas fotos y respirar, decidí regresar a casa con calma y sintiendome renovada.

Moraleja de la histora, cuando sientas que no das más, que tu mente está muy cansada y que no puedes con tu vida, no importa que tantas cosas tengas que hacer, vistete y sal a la calle. Da una vuelta por el parque, camina por la orilla del río, date un paseo por la plaza, pero sobretodo, respira otro aire.

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