Dentro de las tantas diferencias que tiene la ciudad de Los Ángeles con otras ciudades de Estados Unidos está su clima. A diferencia de San Francisco, por ejemplo, que es una ciudad que se encuentra en el mismo estado y está a una hora en avión, L.A se la pasa soleado y con temperaturas por encima de los 22 grados. Así que cuando nos preparamos para salir al día siguiente de llegar, me puse unos shorts y blusa fresca. Atracamos la mesita del pasillo donde tenían café y donas, y con cámaras en mano y agua en las mochilas salimos a patear Hollywood.
El Le Bon Hollywood queda a una esquina del Hollywood Boulevard, por lo que no fue necesario recurrir a ningún tipo de transporte para llegar a las aceras donde están las famosas estrellas con los nombres de estrellas del mundo del espectáculo. Cuando llegas a la esquina lo primero que te recibe es el teatro, que justo ese día estrenaba la famosa obra de Broadway, Hamilton, y para la cual Juan había participado en un sorteo para ganarse unas boletas. Era la segunda vez que llegaba a una ciudad donde recién la estaban estrenando y seguía sin poder verla.
Kaley Cuoco, Shakira, Jennifer Aniston, Michael Jackson, Queen y muchos más nos recibieron en el suelo a medida que caminábamos por el Boulevard. Podías diferenciar a un turista de un local por algo tan simple como que todo el que estaba mirando hacia el suelo en búsqueda de sus estrellas favoritas para la foto era extranjero. Los tours estaban a dos por tres, y cada cinco pasos que dabas te encontrabas con algún tipo con unos flyers vendiendo su tour especial por Hollywood y las casas de los famosos. Uno de ellos nos detuvo, un gordito muy simpático. Nos dijo además que nos daba un descuento, en vez de pagar 40 por cada uno, pagamos 20. Le agradecimos y seguimos caminando hasta definir qué haríamos.
Vi la hora y pensé, why not? Así que nos dirigimos donde estaba su “jefe”, y luego de explicarle que nos habían hecho un descuento nos dijo que regresaramos media hora más tarde para tomar el tour. Seguimos el camino entonces por el boulevard, con la vista en el suelo en algunas ocasiones y haciendo paradas repentinas cuando veíamos nombres conocidos. Cuando se acercaba la hora nos devolvimos al punto de reunión con el tour. Esperamos unos minutos, y la señora encargada nos guió a un vehículo distinto al que habíamos coordinado. Nos montamos con una familia, un australiano que viajaba solo y el chofer que hacía chistes un poco agrios.
Pasamos por la casa de Chaplin, de Gwen Stefani, de Bruno Mars, por Beverly Hills, por Rodeo Drive (una calle donde están las tiendas más caras y exclusivas), subimos por una montaña, etc. Llegamos a un mirador, vimos la ciudad y el Hollywood Sign, que desde esa distancia se veía mucho más pequeño de lo que esperaba. El tour terminó en el Hollywood Boulevard pero por la famosa tienda La La Land (si, hay una tienda, no es solo la película) y el famoso Chinese Theater, que por un lado tiene a dos enormes faraones esperando por ti, y del otro un enorme templo budista, o bueno tiene la forma de uno. Había mucha gente y el sol estaba al máximo. Luego de ver las huellas de muchos de los famosos (manos, firmas y algunos pies), atravesamos una multitud de gente que estaba conglomerada viendo a unos chicos sostener unas enormes serpientes. Como comprenderán yo casi me meto en la calle para evitar el contacto con dichos animales. Al pasar una parte de la multitud nos encontramos con par de chicos que estaban vendiendo sus cd’s musicales. Uno de ellos estaba seguro de que éramos jamaiquinos, hasta que Juan le explicó que no, que eramos de D.R, y aún así siguió llamándonos brothers por ser del Caribe. Mientras Juan se hacía amigo del tipo, yo observaba a unos chicos haciendo un show en patines en la acera.
Continuamos caminando, y como ya eran las dos de la tarde, decidimos ir a comer. Terminamos en Shake Shack, y confirmamos que nos no habíamos ganado la lotería para ver Hamilton. Luego de lo que esperaba fuera una jartura, pero que realmente no se sintió como tal, pasamos por el hotel que estaba cerca. Aprovechamos para que Juan se pusiera crema protectora (dado que había salido sin ella y se le estaban pelando los brazos) y yo busqué una gorra para cubrirme del sol.
Volvimos entonces a la calle y terminamos de recorrer todo el boulevard, llegando a “The four ladies of Hollywood”. Un tributo a las mujeres multiétnicas de Hollywood: la actriz afro-americana Dorothy Dandridge, la actriz asia-americana Anna May Wong, la actriz mexicana Dolores del Río, y la actriz multiétnica Mae West.
Aquí pedimos un Uber y nos dirigimos entonces a Rodeo Drive, para tomar algunas fotos más calma. Tras un mini tapón, llegamos a la famosa calle, que ahora estaba más congestionada. Tomamos algunas fotos, caminamos hasta el final, luego doblamos a la izquierda, nos topamos con un showroom de Ferrari, entramos a ver los tres modelos queexhibian y al salir pedimos el Uber para dirigirnos al Observatorio de Los Ángeles. Una hora más tardes, llegamos al edificio, luego de atravesar la ciudad y subir una montaña.
Estaba lleno de gente, habían una fila de vehículos esperando a pasar para parquearse y otros para dejar pasajeros. Al llegar notamos que hay un autobús que por la módica suma de 50 centavos te lleva a la ciudad y te trae al observatorio. Así que decidimos bajar en el bus. Dimos algunas vueltas por el edificio, pero primero pasamos por el área de la cafetería dado que ya nos estaba dando hambre. Tras calmar nuestros estómagos empezamos a recorrer el área. La fila para el planetario estaba larga, así que pasamos de ver alguno de los shows. Sin embargo dimos algunas vueltas viendo el area de cómo se creó el universo, yo estuve pesandome en las balanzas de cada planeta, hice la fila para ver a Jupiter a través de un telescopio, y esperamos a que anocheciera para tomar algunas fotos.
La vista desde los balcones era increíble. De un lado tenías a la ciudad de Los Ángeles a los pies y del otro la montaña y el Hollywood sign, y justo en el medio el sol dando unos tonos naranjas muy bonitos. Hubo un momento en que nos movimos de lugar, pero cómo iba más despacio, no me di cuenta hacia donde se había ido Juan, así que duré unos minutos perdida. Lo mejor de todo, es que traté de devolverme al mismo lugar donde habíamos estado, y no encontraba cómo llegar. Subía escaleras, doblaba pasillos, veía a la gente tomar fotos, caminar, charlar… Salí al frente, tome alguna foto, luego regresé y seguía sin verlo. Finalmente, y como unos 20 minutos más tarde, lo vi a lo lejos en el punto donde estábamos y después de descifrar cómo llegar hasta ahí desde donde estaba, llegue. No entiendo como pude haberme perdido así.
El sol ya estaba en su punto, y aprovechamos para tomar las fotos que queríamos. Duramos un rato en este proceso y viendo distintos ángulos. Luego, como estaba oscureciendo y no íbamos a entrar al planetario decidimos tomar el autobús de regreso a la ciudad. Aunque también podíamos salir a caminar por los senderos que estaban cerca. Pero no.
Llegamos a la parada más cercana del hotel, y aunque Juan quería pedir un Uber, yo decidí que por qué no caminar? Claro, estábamos en la misma avenida, y creía que nos habían dejado del lado bonito de la calle. Pero no, estábamos del otro lado y tuvimos que caminar unos 35 minutos por unas zonas no muy amigables. Claro que me di cuenta después de estar en el área. Caminamos con tranquilidad, pasamos algunos bares, una fiesta privada, muchos, muchos restaurantes de comida Tai, hasta que vimos a un tipo con una botella en mano hablándole mal a otro que iba en una camioneta. Aquí aceleré el paso. Cruzamos el puente de la autopista, y finalmente llegamos a la zona turística. Aquí como estábamos cerca de Shake Shack y no estábamos muy en seguir caminando terminamos comiendo ahí. Aunque primero dimos unos cuantos pasos más para ver si encontrábamos algunos de los restaurantes mexicanos que habíamos visto por el boulevard, pero como caminamos algunos 10 minutos y no aparecía nada, nos devolvimos.
Al terminar de cenar, pasamos por un CVS y compramos agua para tenerla en el hotel. Luego regresamos y nos dispusimos a descansar para el siguiente día. Ya sólo nos quedaba un día más en Los Ángeles y la meta era hacer cosas no hollywoodenses e ir a la playa.