8 de abril, 2012.
Lamentablemente tendré que resumir lo más posible lo que ha transcurrido en los últimos tres días. Dado que estuve más de 48 horas perdida por el sur de España.
Iniciamos el viernes en la madrugada, cuando luego de pasar la noche en Madrid, nos levantamos bien temprano para tomar el tren hacia Almeria e iniciar la segunda ruta del viaje, esta vez por Andalucia, al sur de España. Tras tomar el metro y tener que ver a todos los borrachos que regresaban a sus casas, finalmente nos montamos en el tan añorado tren. Seis horas de trayecto nos esperaban, y si soy sincera, el tren se ha convertido en mi medio de transporte favorito.
Dormi, lei parte de un libro, vi una película, tome muchas fotos en el camino, en fin, todo esto sin sentirme asteada ni agotada como pasa con otros medios de transporte. En Almeria fuimos recibidas por nuestra amiga y compañera Alba. Quien nos llevó en coche hasta su hermosa casa, y fue una excelente guía.
La casa estuvo totalmente a nuestra disposición, dado que sus padres habían salido. Me recordó a cuando fuí a visitar a una vieja amiga en un pueblo muy bonito de mi país llamado La Romana. Lo único que aquí no teníamos internet para conectarnos, así estuvimos ausentes del mundo por más de 48 horas que fueron geniales.
Luego de hacer comida entre todas y reposar un rato viendo programas de MTV, salimos a conocer el pueblo. A pesar del ventorral que había. Una ciudad tranquila, de calles angostas, casas coloridas, y mucha influencia arabe, dada la invasión a esta zona hace ya muchos años atrás.
Tras conocer la parte histórica de la ciudad, tomar fotos y pasar por el árbol más antiguo de la ciudad, estuvimos en una tetería. Aquí sirven té de diferentes formas y sabores, además de unos batidos muy ricos. Me dieron ganas de llevarmelo a Bilbao.
Al salir, fuimos a buscar un lugar para ver salir la procesión del Viernes Santo. Piyamos un excelente puesto justo frente a la Iglesia de San Sebastian de donde salía una de las procesiones. Esta vez con mucho menos tumulto que en Madrid, logramos tomar buenas fotos. Al salir de aquí fuimos a Pizza Lopez, una pizzeria donde la comida es muy barata y muy buena. La pedimos para llevar. Terminamos el día sentadas en la cocina comiendo de todo un poco y hablando entre chicas hasta la una de la madrugada cuando nos ganó el sueño.
Al siguiente día nos levantamos tarde. Pero no importó dado que el día nos rindió. Tras desayunarnos con pan, mermelada y jamón (en la panadería del barrio fueron tan amables que incluso me dejaron pasar antes de una señora que tenía un pedido un poco extenso). Salimos hacia el Alcazaba. Un castillo que tambien se utilizó como fortaleza durante las invasiones.
Luego fuimos a un lugar emblematico donde dan tapas – comida tradicional española-. Lo interesante de este sitio es que a parte de que no cabía ni un pincho, está abierto desde 1808, o por ahí. Tras probar el mosto -vino sin alcohol muy bueno- buscamos entonces un lugar para terminar de comer. Fuimos por el carro y llegamos hasta el puerto maritimo, donde por poco dinero nos jartamos de tapas un poco más grandes y deliciosas. Estabamos justo en la playa, pero no pudimos disfrutarla a pesar del sol que hacía. El ventorral era una desgracia.
Al comer, pasamos por una amiga de Alba y nos dirigimos a un pueblo cercano llamado Cabo de Gata, muy conocido y turístico. Este pueblito esta justo al lado de la playa, y hay muchas zonas de pequeños barrios de pescaderos. Se reconoce por la cantidad de botes en la arena. Subimos hasta el mirador de las sirenas, aquí me dio un poco de temor, dado que hay un tramo de la carretera que es muy angosto y como es una montaña hay muchas curvas, así que no se ve bien quien viene del otro lado. Sin embargo el lugar vale la pena por la hermosa vista al océano.
De regreso a la ciudad fuimos por los souvenirs de siempre y de paso paramos en una heladeria donde «el delirio de almera», así se llama el sabor del helado, me dejó delirando. Muy buenos todos. Ya entrada la noche nos recostamos un rato en la cama, hablando un poco de todo y comiendo pancitos que todavía me quedaban de Madrid. Al prepararnos la cena, nos alistamos para salir en lo que sería una noche de fiesta de chicas.
Todas bellas y hermosas salimos a los bares de Almería – ya debería Bilbo aprender un poco de estos lugares-. Estuvimos en uno donde a pesar de la gente la pasamos bien. Tomamos coca cola y mora y luego de par de canciones nos fuimos a otro. En este segundo duramos un rato más, además de que había más espacio. Canciones de Nino Bravo sonaban y todos cantaban a todo pulmón, escuchamos a la bamba, a los Backstreet Boys y las Spicegirls. Todo un repertorio de canciones muy viejas pero muy conocidas. Terminamos en un sitio donde bailan salsa y bachata, y fue como estar en una discoteca de Santiago. Lo único que allí bailaban la bachata muy extrañamente para mi gusto. Eran unos bailes demasiado sensuales. Después nos enteramos de que era una escuela de baile y así es como se les enseña a bailar. Además nos tiramos dos shows porque había un concurso, y participamos en un baile grupal donde el nstructor nos guiaba en los pasos. Alba aprendió a bailar salsa.
Al cansarnos de la bachata – aparte de que ninguna quiso sacar a bailar a ningún hombre- nos fuimos a otro, donde ponían un poco de todo, desde regueton, hasta la salsa famosa Volar de Marc Anthony. A las cinco regresabamos a casa todas contentas por una noche muy latina y muy entretenida de solo chicas. A las 12 del domingo (hoy) nos levantamos para desayunar y tomar el autobus a Granada, nuestro segundo destino.
Almería fue encantandora. La compañía y el buen trato fueron fundamentales, y espero regresar algún día, porque los días que estuvimos aquí quedaran marcados por siempre. Ahora estamos en Granada, pero esa es otra historia.
Para ver más fotos de Almería, puedes ver este post.