La cotidianidad en Bilbo

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12 de enero 2012.

Después de mi tan movida última semana del 2011, la semana siguiente fue de total recuperación. Vease dormir mucho, hacer nada, descansar y vaguear hasta donde se podía. Pasados los días entonces estuve un poco más activa: empecé a hacer las tareas asignadas desde diciembre, ordené mi habitación, lavé la ropa y fui al salón. Esto último toda una experiencia. 

Para empezar, al llegar a un salón para que te sequen el cabello piensas, «bueno, me lavaran la cabeza con tal producto, luego me secará y listo», pues no. Toman tus cosas y las ponen en un armario, luego te dan una bata para que te la pongas encima de la ropa, entonces te ponen en el ‘lavacabello’ (no sé como se llama eso) y aunque te mojan las greñas y te ponen un producto… no es para lavartelo. Duran como cinco minutos dandote masaje y sin ponerte (no sé si fue shampoo o acondicionador lo que faltó) te sientan en la silla frente al espejo.

Lo siguiente que te imaginas es que te partiran la greña en varias partes para comenzar a secarte, pues no. Te pasan el blower varias veces, luego por partes te pasan el cepillo y basicamente es como que mientras te peinan van pasando el aparato ese y no, no toman varios mechones de cabello y lo envuelven en el cepillo y entonces te pasan el blower. Nada de eso. Entonces cuando termina, te pasan la famosa plancha y listo. Nada al final quedé contenta, o más o menos y mi cabello finalmente se veía presentable luego de tres meses de maltratos.

Las clases iniciaron, y con ellas esa sensación de que soy una mierda en lo que hago, pero aquí vinimos a cometer errores para aprender (como dice mi profesora de redacción). Nuevas materias iniciaron, y me sigo repitiendo que adoro la maestría que elegí hacer. Nada de arrepentimientos. Es así como en esta primera semana de clases me organizo para todas las cosas que debo hacer, empezando con la necesidad de ir al dentista, porque ya me toca.

Resulta que hay una clínica nacional donde la primera consulta es gratuita. Así que no dude en hacer mi cita. Al llegar al sitio me recibió una chica muy agradable. Esperé un rato, luego otra chica llenó una ficha con mi historial médico, vuelves a esperar y entonces la doctora (una tipa super joven) me atendió. Yo iba con la idea de hacerme una limpieza (por aquello de que en casa mi dentista me había recomendado hacerme una cada 6 meses y ya han pasado como 10 desde la última).

Bueno, aquí la doctora me revisó y me dice: estas muy bien, no necesitas nada. Y yo… tengo unas manchitas, ¿no necesito limpieza? Y ella: no, porque no tienes sarro… y empieza a explicarme porque razones es necesaria la limpieza y porque razones no me hace falta. Al final me quitó las manchitas con una maquinita que solo bota agua y en 10 minutos estuve libre. Me toca regresar en un año para otro chequeo. Mi dentista siempre me ha mentido.

Lo siguiente en la lista, ir al gym de donde me llamaron por una oferta de inscripcion, la cual iba a declinar porque me queda un poco lejos. Pero tomando en cuenta que el tiempo en el metro es perfecto para avanzar mis lecturas (tengo que leerme como 6 libros y desde diciembre estaba estancada en el primer capítulo del primero), al llegar no fue dificil que la chica me convenciera (tenía la semana entera llamandome para confirmar que iría a ver las instalaciones para decidir si o no). Así que luego de una charla de unos 15 minutos, un recorrido por las instalaciones, las explicaciones de todo, en especual de cuánto me costaría, firmé mi sentencia de muerte y a cambio me regalaron una mochila, una chancleta y una toalla.

Por lo que la próxima semana será bien interesante: clases, tareas, lecturas, gym… el 2012 está comenzando a tener forma, y la cotidianidad en Bilbo, aunque un poco diferente, retoma su rumbo.

 

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