Nota publicada el 22 de diciembre del 2011
La verdad no sé como empezar a contar mi historia. Ustedes me dirán, pues por el principio, ¿no? Y es que no sabría descifrar dónde rayos está el principio. A ver, para que no se haga muy largo…
Ese día tenía que ir a entregar un libro a una asociación, comprar unas botas nuevas (porque las que tenía la lluvia la había jodido), hacer la compra de la cena de Noche Buena y asistir a un coloquio-entrevista en un Club Taurino. Resulta que organicé mi día cuestión de poder hacerlo todo. Busco mi mapa en Google Maps de la asociación, imprimo las rutas de cómo llegar desde mi casa, y anoto cada detalle por si las moscas.
Bien, salgo de clases temprano, vamos al supermercado, hacemos la primera parte de la compra, luego voy a comer, reposo un rato, y tomo el autobús que nunca había tomado para un sitio al que nunca había ido… Según el mapa. Resulta que algo olía mal desde que me monte en la guagua, porque duró un buen rato en arrancar, me parecía que estaba dañada. Como dos paradas después, nos dice el chófer que nos bajemos, porque olía a quemado, al verficar que no, subimos de regreso como si nada.
Llego a la parada indicada, y busco la calle. Le pregunto a unos señores y resulta que esa calle no estaba por la zona sino del otro lado, por lo que me quedé: «¿en serio? Nah…se habran equivocado». Sigo buscando y me meto en un café y pregunto. Resulta que mi mapa era una bazofia y que yo estaba más perdida que Adán el día de las madres.
Tomé el autobús de regreso, para tomar el metro. Me quedé entonces donde me dicen: Gran Vía.,pero claro, Gran Vía es ENORME, y cruza como por tres zonas distintas. So, a caminar, pregunto, y encuentro la calle. Y entonces al final me encontré con un residencial de 14 pisos, A-B-C-D, y que nadie supiera de ninguna asociación en la zona. Cansada y con pique, me fui a Deusto para terminar de hacer las compras. Ya no tenía tiempo para ir a comprar las botas (por lo menos a un sitio donde pudiera conseguirlas baratas).
Luego de esto, me tomé un café con croissant, reposé un rato y discuti acerca de si me dan mucho dinero o no de mi beca, me tocó volver a tomar el metro, para llegar de nuevo a Gran Vía.
Reunida con mis otros cuatro compañeros de clase, llegamos al Club Taurino. Un lugar súper pintoresco, donde habían cabezas de toros guindadas en las paredes. Nosotros eramos los únicos jóvenes de toda la sala (sin contar al protagonista de la noche y como dos tipos más).
Unos señores que se sentaron enfrente de nosotros nos tomaron tanto cariño, que no nos soltaron. Hablandonos de las corridas, de si fulano era no se quien, o de si en el año 60 paso no se qué. Lo que más gracia me dio, fue un señor que al vernos exclamó: «¡Ostias! ¡Pero mira que cosa ni más hermosa! ¡Tenemos juventud aquí! Si le dije a mi nieta para que viniera, y me mando a tomar por el culo«… y nosotros muertos de risa pensando para nuestros adentros: estamos aquí sólo por una tarea.
Después el periodista que iba a hacer la entrevista-coloquio, se nos acerca y nos saluda, al saber de dónde eramos todos estaban fascinados: ¡Oh! ¡Periodistas! ¡Estudiantes de El Correo! En fin, que fuimos la sensación de la noche delante del propio Iván Fandiño (el torero a quien se le hacía la entrevista).
El periodista quedó tan fascinado, que antes de empezar dijo: Gracias a todos los asistentes, y quiero hacer una mención especial a mis colegas periodistas que vienen del Máster de El Correo… y nosotros: ¿¿en serio?? LOL.
Al finalizar el acto, vinieron las fotos, y prácticamente nos halaron para que nos tomáramos una foto oficial con el torero. Aproximadamente duramos 20 minutos antes de poder salir, porque entre la foto, dar los correos a la organizadora de la actividad y los señores que no nos soltaban…uff…
Ya con la noche encima, me dirigí a casa, y justo cuando entré a la estación del metro, me tocó correr para no perderlo… Grave error. Justo al dar el paso final antes de entrar al vagón, pisé mal. Suerte que solo fue un pinchazo y no se me torció del todo el tobillo.
Pero sigo viva, segura de que los últimos días del año me iban a traer muchas más cosas interesantes para contarles… y si seguía viva, el 2012 lo iba a recibir de una manera muy diferente. Y así fue.