12 de abril, 2012
Cuando se está tan cansado, sólo se tienen ganas de quedarse durmiendo. Pero con solamente 24 horas para conocer los puntos más importantes de una ciudad, era necesario levantarse al sonar la alarma. Así pues nos alistamos para descubrir a la Sevilla de día, agraciadas con un sol hermoso y un clima que llegó a los 26 grados. Mientras nos preparabamos el desayuno, nos dimos cuenta de que en el hostal sólo habían mujeres, ¿casualidad o alguna otra razón?
Con mapa en mano nos dirigimos a la catedral. Aquí, el hostal en asociación con otros centros tenía preparado un walking tour por la ciudad gratuito. Nos tocó el grupo en español, todos jóvenes estudiantes y mochileros de distintas partes del mundo: argentinos, brasileños, chilenos, estadounidenses (quienes llegaron tarde para el tour en inglés), mexicanos, valencianos y nosotras. Nuestro guía, un sevillano llamado Ángel nos encaminó durante dos horas de conocimientos acerca de la ciudad y tres mil años de historia española resumida en cinco minutos.
Aprendimos muchas cosas, entre ellas que Colón tuvo un amorío con la reina Isabel y que esta sólo se bañaba cuatro veces al año. También que los árabes fueron los que trajeron la tradición de bañarse a diario. Lo hacían cinco veces al día. Caminamos por los monumentos más relevantes. Incluso estuvimos en el lugar donde fueron construidas la Niña, la Pinta y Santa María, las tres carabelas con las que míster Cristóbal llegó a América. Estuvimos en plaza España, enorme y hermosa con un canal en el medio donde podías montarte en barquitos y remar.
Al terminar el tour, fuimos con el guía a un sitio donde tenían un menú relativamente barato para comer. Claro que sólo nosotras tres, porque los argentinos que venían en el grupo se detuvieron a mitad del camino sin decirle nada a nadie. Aquí duramos un rato charlando, compartiendo impresiones, hasta que cada quien tomó su rumbo. Nosotras nos dirigimos pues al Alcázar. Un lugar enorme donde nos costó encontrar la salida, con unos jardines hermosos. Duré un buen rato recostada en la hierba viendo el cielo entre las ramas de los árboles. Cuanta paz.
Cuando nos disponíamos a descansar y a comer cheetos, se nos acercó un pavo real de plumaje azul y verde, era una maravilla. Al principio nos asustamos un poco con temor a que nos picara, pero luego terminamos alimentándolo. Bueno, él termino comiéndose nuestros snacks. Durante aproximadamente 10 minutos fue la sensación del jardín mientras se comía sus cheetos muy contento.
Al salir de los jardines, caminamos entonces hacia plaza España una vez más para navegar por el canal. Claro que en el camino nos detuvimos por un helado, y sentadas en la plaza de Jerez disfrutamos del agradable clima. Pasamos por la universidad para usar el baño, y terminamos sentadas en nuestro botecito. Que show para aprender a remar.
Primero íbamos con el bote al revés, luego no nos coordinábamos para remar al mismo tiempo. En fin que tras 20 minutos –cuando el tiempo estipulado eran 35 minutos- estábamos tratando de dar la vuelta todavía estancadas. Finalmente tomamos el ritmo y logramos cruzar todos los puentes de los canales. Con uno que otro fallo y varios accidentes en el camino, en especial cuando se juntaban cuatro botes chocando entre si. Muy divertido, la verdad.
Como una hora y media después salimos del canal y nos sentamos en tranquilidad a decidir que haríamos. Anteriormente habíamos quedado para reunirnos con una de nuestras compañeras sevillanas, Tere. Así que tomamos el camino en dirección a plaza Salvador para saludarla y tomar algo. Tras el encuentro, un trago y varios cuentos nos guiaron hasta la Carbonería, un lugar donde daban espectáculos de flamenco gratis. Con ayuda del GPS llegamos al sitio lleno de extranjeros y turistas. Nos despedimos de nuestra amiga y esperamos a que iniciara el show.
Una bailaora, un cantaor y un guitarrista conformaban la agrupación. En el intermedio básicamente me estaba quedando dormida. Ya empezaba a sentir realmente el cansancio de doce días de viaje. Al salir nos dirigimos directo al hostal y como siempre con ayuda del mapa y nuestra buena orientación, no nos perdimos.
Sevilla es hermosa y encantadora. Sí, ya he dicho eso de lo “encantador”, pero es la verdad. Una ciudad donde hay mucho que ver, personas súper amables… definitivamente en el sur la cosa es totalmente diferente.
Hoy tomamos nuestro bus de seis horas a Madrid, un viaje tranquilo de mucho dormir y sin problemas. Luego llegamos al aeropuerto a esperar nuestro vuelo hacia Bilbao y tras 40 minutos de vuelo y mucha turbulencia causada por la lluvia hemos llegado al fin a Bilbo. Suerte que corrimos para tomar el autobus del aeropuerto al metro y mucha más suerte que logramos alcanzar el último metro a esta dirección.
El viaje ha terminado. Ahora estamos con colorcito gracias a los rayos del sol que tenía tanto sin tomar. Cansada sí, pero muy animada y relajada luego de respirar tantos aires distintos que francamente, me hacian falta.
Me parece increíble que en 13 días haya conocido seis ciudades distintas. Me parece igual de increíble que ya las vacaciones se estén terminando y el lunes regresemos al ajetreo diario del máster. Cinco meses son los que me quedan de este lado del charco. Todavía quedan varios viajes que planear pero les confieso que me dieron ganas de tomar el avión a Santo Domingo. Si algo me fascinó de Andalucía fue su parentesco a mi tierra. El calor, el sol, las palmeras, las personas simpáticas y alegres, los lugares… definitivamente es otro país allá por el sur.