Detras del frío y la nieve

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11 de febrero 2012.

Desde que empezó el temporal de frío en Europa, sólo he tenido una cosa clara en la cabeza: Dahi quiere fotos en la nieve. Pero en Bilbao la nieve no cuaja, es decir, que aunque se pase el día entero lloviendo copos blancos, no habrá nieve en el suelo para jugar, hacer muñecos o tan siquiera resbalarse.

Entonces, cada vez que veía en la noticia que a pocos kilómetros de aquí la nieve era la protagonista, me daban ganas de tomar un autobus. Pero no podía por las clases. Gracias a Dios, existe el sábado. Aún así, por alguna extraña razón, cuando planeo una escapada siempre sucede. Como que una de tus amigas cumpleaños y salgan de fiesta el viernes por la noche, lo que hace que te acuestes tarde en especial si cuando finalmente sales para tu casa, pierdes el metro y debas esperar unos 40 minutos por un taxi en medio de la calle a 0 grados.

Nada, que al final decido tomar el autobus a la ciudad más cercana con nieve e irme en la tarde y pude dormir mis horas como Dios manda.

Así que me levante relativamente temprano (11:30 am), me alisté, comi, fregue. Todo con calma, para salir con tiempo para tomar el autobus de las 2. Lo único que al llegar ya estaba lleno y me tocó esperar una hora y media más. Suerte que iba con compañía, sino que desastre.

Finalmente en el autobus empecé a temer que no hubiera más nieve, total habían pasado dos días desde la última vez, pero me consolé a mí misma con la idea de que al menos conocería una nueva ciudad y tomaría muchas fotos aperas. Así fue, a pesar de que en parte del camino se veía el paisaje bañado por el manto blanco. Me sentía como una niña que estaba a punto de recibir un regalo. Eso cambió cuando al bajar del bus no había nieve. Apenas dos o tres pedacitos amontonados llenos de sal. Fallo épico.

Ante esta decepción, me animé con la idea de conocer, así que empezamos a caminar (con un frío que hiela porque estabamos a -2 grados) y descubrí lo grandiosa que es Vitoria Gasteiz, la capital del País Vasco, tercera ciudad de las tres provincias. Limpia, siguiendo su lema de «Vitoria green», unas calles con aire medieval en la parte del Casco Viejo, hermosos parques con fuentes de agua. y muy por encima de todo eso, la maravilla de sus murales. Grata fue mi sorpresa al notar un grafiti pintado en las paredes de muchas de las casas y los edificios. Verdaderas obras de arte.

Ya me habían comentado acerca de esto… se trata de un artísta del cual no se le conoce su identidad, pero que es un genio. Entre los murales y el capuccino que nos tomamos en un café que nunca pude identificar el nombre, quedé maravilalda (quizás el mejor que he probado nunca). Claro que lo que cerró el broche de oro fue haber caminado por las afueras de la catedral y encontrar nieve. No mucha, pero lo suficiente para tomarla en mis manos, tirarla, congelarme los dedos, escribir frases, tomar fotos de mis pies en ella, vaya que me sentí como una niña.

Al terminar el paseo (y perdernos varias veces, por alguna razón siempre caminabamos en dirección contraria a donde queriámos llegar) de regreso a Bilbo, terminamos en un Burger King detrás mi vaso del Barça (una promoción que tienen con los equipos de la Liga), pero ya no había. Así que caminamos desde Abando hasta Casco Viejo tomando fotos de la noche, de la gente, de los artistas, de las calles.

Si, no hice mi muñeco de nieve, ni hice un ángel de nieve pero las fotos que saco de este viaje, el haber tenido tiempo de calidad con una de mis hermanas, y los paisajes que aprecie, valieron totalmente la pena. Ya tendré oportunidad de volver a congelarme bajo el manto blanco en otra ocasión.

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