Todavía quedaban muchas cosas por ver de la ciudad, sin embargo después de desayunar y de camino a la parada del metro, terminamos parandonos en una tienda de Nike para comprar unos tenis para caminar. Todavía quedaba toda una semana por delante, y mi pie no lo iba a aguantar. Así que estuvimos de shopping por un rato. Como la tienda quedaba cerca del loft, volvimos a dejar las cajas y aproveché para cambiarme los zapatos. Entonces, ahí sí nos pusimos en camino hacia el segundo día. Llegamos primero al Willis Tower Sky Deck, el edificio más alto de los Estados Unidos, donde claramente nos esperaba una tremenda fila. Aunque duramos menos de lo que pensé, la verdad. En total fueron dos horas para comprar el ticket y entrar al ascensor que te lleva al último piso donde tienen un observatorio y los famosos paneles externos, donde sientes como si estuvieras caminando en el aire.
Y así como en cualquier atracción turística, hicimos la fila para acceder a los paneles (donde las personas estaban entrando de tres en tres). Una de las chicas que estaba delante de mi estaba toda nerviosa, y cada vez que ponía un pie dentro del panel, daba un grito. Su amiga básicamente tuvo que halarla para poder tomarse la foto. Finalmente en mi turno (que duró no más de 6 minutos aproximadamente) tomé las fotos pertinentes, sin evitar que la persona que estaba modelando a mi lado saliera. Me tomé un instante para apreciar la vista, y luego seguí recorriendo el observatorio, hasta notar que ya no había más nada que ver. Así que hicimos la fila para bajar.
Como habían muchas personas, nos dividieron en grupos y nos tocó irnos por un ascensor más pequeño del otro lado, que nos llevó a uno de los pisos del medio, y de ahí caminamos por unos pasillos lujosos, y nos montamos en un ascensor mucho más lujoso. Terminamos entonces en el primer piso, y de ahí salimos a Giordanos, una pizzería famosa que quedaba cerca del edificio, y donde puedes comer las Chicago Style, Deep Dish Pizza. El sitio estaba repleto, y si vas a comer pizza, puedes ir a un mostrador a pedirla en lo que terminan de asignarte un asiento. El lugar te transporta en el tiempo con Frank Sinatra de fondo, recortes de periódico de hace más de tres décadas, y fotografías de famosos que han pasado por alguna de las sucursales. Estuvo buena, sobre todo con el queso desbordandose, pero francamente no es lo mejor que he comido no.
Después de la real hartura, y reposar un poco, caminamos hacia el parque, con la esperanza de que ya estuviera abierto… Mentira todo. Si, el Lollapalooza terminó, pero limpiar y recoger todo definitivamente les iba a tomar más tiempo. Caminamos por la orilla, y terminamos sentandonos en uno de los bancos viendo hacia el lago. Un rato más tarde continuamos caminando hacia el Navy Pier. Esto nos tomó aproximadamente 40-45 minutos, en lo que nos parabamos, tomábamos fotos, metía la mano en el lago para ver qué tan fría estaba (it wasn’t very cold) y cruzábamos el puente.
El Navy nos esperó con un fresco aire, y mucha gente. Barcos en puerto listos para zarpar para tener cenas románticas, los juegos activos para todo el que se quisiera subir. Restaurantes y puestos de comida llenos. Unos bancos para descansar e incluso recostarse por un rato. Llegamos al final del muelle, y al dar la vuelta nos tomamos con la real puesta de sol. Luego regresamos para decidir donde comer, y terminamos en un puesto de comida china. Juan quería tomar el metro para regresar, pero yo estaba desbaratada, y mi pie volvía a hacer de las suyas, aunque los tenis estaban muy cómodos. Así que luego de discutir si caminábamos hasta el metro (lo que implicaba caminar algunos 30 minutos más) o tomar un Uber, finalmente tomamos el Uber. A parte de que su celular estaba descargado, porque no tenía el cable correspondiente para cargarlo con la batería externa que teníamos.
Regresamos al loft y luego de descansar un rato, subimos al área común para terminar de comernos la pizza que había quedado de la noche anterior. Al día siguiente día tomaríamos el vuelo a San Francisco y continuaría la aventura.