En este primer ejercicio del taller, concluimos el módulo 1. Aquí nos piden realizar un texto de 3000 caracteres con espacio englobado en la forma de relato de viaje o crónica. También podíamos elegir micro relatos, pero en este caso en particular creo que me fui más por la crónica, aunque no estoy 100% segura. Esta historia es un fragmento de lo que podrás ver en mi próximo libro (si algún día lo termino). PS: no sabes lo difícil que es tratar de hacer una historia con intro, desarrollo y desenlace dentro de solo 3000 caracteres...
Una de las más grandes aventuras es subir la montaña más alta. Claro que para lograr llegar hasta la cima es mucho el trabajo que hay que hacer. En mi caso mi montaña es la Cordillera Central en República Dominicana, la cima el Pico Duarte. Toda la vida había sido uno de los viajes que más añoraba en realizar. Y por fin, a finales del 2019 pude tacharlo de la lista a pesar de mis rodillas. Aunque sabía que debía estar en muy buen estado físico para llevar a cabo semejante travesía, nunca me imaginé que mi entrenamiento en el gimnasio de casi un año no me serviría de nada.
El Pico Duarte es considerado el punto más alto del Caribe. Todos los años más de 500 personas se encaminan a subirlo a pie o en mula. Está claro que si eres amante de la naturaleza, te gusta montear y hacer senderismo, necesitas tener una condición física aceptable para sobrevivir. El pico tiene una elevación de 3,098 mts de altura, con diversos puntos de parada a medida que se avanza en la subida. Para llegar a su punto más alto, donde encontrarás el busto del padre de la patria, Juan Pablo Duarte y la bandera dominicana, existen dos rutas. La primera y la más corta desde el Salto de la Cienaga hasta Compartisión, y segunda desde el Valle del Tetero, que es un poco más larga.
Las épocas para subir suelen ser entre diciembre y abril, aunque hay grupos de senderistas que suelen hacer rutas todo el año. Mi viaje inició un 26 de diciembre a las 4:30 am desde la ciudad de Santiago. En caravana salimos desde un punto centrico en vehículos, hasta llegar a la Cienaga en Jarabacoa. Mientras el grupo terminaba de reunirse, y se organizaban todos los bultos y mochilas para los días que estuvieramos allá, el sol empezó a salir. Así, con solo una cangurera atada a mi cintura, una gorra y abrigos, inicié la caminata con el grupo a partir de las 7:00 a.m. El inicio fue agradable, tranquilo. La sensación de aventura, el fresco clima de la mañana, el buen ánimo de las personas, todo auguraba un viaje con muchas historias qué contar. Sin embargo, a medida que ibamos subiendo, mi pecho dejó de procesar el oxigeno necesario para ayudarme a continuar el camino.
Las personas empezaban a adelantarse y poco a poco yo iba sintiendo como me quedaba rezagada a medida que el suelo se inclinaba más. Ese primer día, fue eterno, aún así tomé el viaje como lo que era, una oportunidad para estar en calma con mis pensamientos e impulsarme a superar un reto físico que en otras ocasiones no había podido concluir. Me aliviaba saber que no era la última del grupo, que aún habían personas detrás de mi y eso me impulsaba a tomarlo con más calma. Mientras algunos ya habían logrado llegar al campamento y estaban listos para descansar, yo seguía caminando. Por ratos sola, por ratos acompañada, pero casi siempre sola. Y la verdad es que llegó un punto en que no me importaba. Entendí, que era cierto aquello de que debemos disfrutar del viaje sin preocuparnos demasiado por el destino, claro hasta que empieza a anochecer.