Desafío Viajero: Florencia en dos velocidades

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En este cuarto ejercicio debía realizar una historia basada en la forma de movimiento temporal o espacial y podía elegir contar dos viajes distinto a un mismo destino, como es el caso que seleccioné. Aunque como siempre nos piden 3500 palabras, en esta ocasión lo dejé en 3 mil y algo.

Florencia, verano del 2012

La primera vez que estuve en Florencia era el verano del 2012. En aquel entonces tenía 24 años y estaba disfrutando de mi primera experiencia en Europa. Diez años más tarde regresé con otros ojos, otro grupo de personas y en primavera. Firenze es una ciudad llena de arte rodeada de naturaleza. Combina de manera casi perfecta dos cosas que me encantan.


En mi primer viaje hace diez años atrás, me sorprendió. Acababa de llegar de Roma, una capital llena de edificios, gente y movimiento, para llegar a una ciudad mucho más pequeña con zonas verdes y una calma que hacía mucho no sentía.
Ahora en mi regreso pasó lo contrario. Venía de un ciudad calmada y tranquila y me lanzaba al centro un domingo por la mañana, lleno de gente que salía de viaje en la postpandemia, grupos de distintas partes del mundo, ruido y con la sensación de rapidez y aceleración que daba el haber salido retrasados, no poder desayunar y tener un itinerario apretado con muchas cosas por hacer.

Florencia, primavera del 2022

Diez años atrás caminaba las calles de la ciudad al paso, al caer la tarde, disfrutando de lo que nos encontrábamos en el camino. Como un concierto de un coro de Chicago en medio de una plaza totalmente gratis. O disfrutando del atardecer en el puente, una de las vistas más hermosas que da la ciudad cuando cae el sol.
Ahora caminamos de un museo a otro, llenándonos de las obras de arte sin detenernos lo suficiente a respirar la ciudad, sus callejuelas, sus rincones, sus encantos. La cantidad de personas que transitaban era mucho mayor de lo que recordaba. Aunque claro, aquella vez estábamos iniciando el verano y era mitad de semana. Todavía la ciudad no se había sucumbido en la cantidad de turistas que suelen visitarla.


Mientras en mi primer viaje pasamos más tiempo al aire libre y disfrutando las calles, en el segundo estuvimos más en interiores, entre los museos, restaurantes, cafeterías y terrazas. Aunque en ambos viajes podría decir que fue poco el tiempo vivido en la ciudad, esta vez contaba con un día extra donde podía tomarlo todo con más calma y recordar todas las razones por las que Florencia me encanta, me llena de paz y en definitiva es una ciudad en la que viviría, si no contamos la barrera del idioma y que manejan como locos. Caminarla un día de semana, con mucho menos turistas y sin restricciones de hora por reservas, da una sensación de libertad y armonía, que a pesar de no sentir en mi primer día si pude disfrutar del segundo y que me recordó todo por lo que siempre es de esos lugares a los que volvería mil veces si fuera necesario.

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