Me desperté cuando el chico que da asistencia pasaba con el desayuno. Un vaso de café con una granola. Tomé la granola, omití el café y volví a acomodarme para tratar de dormir, aún cuando habían abierto las cortinas de la ventanilla. Finalmente estabamos llegando, el reloj marcaba las 10 de la mañana y yo rogaba por llegar al hostal lo más pronto posible para tomar un baño. Tenía más de 24 horas de viaje desde el momento en que dejamos Chaitén, hasta el instante que nos estacionamos en Santiago. Al salir del autobus y tomar mi maleta, me dispuse a buscar un taxi, cuando lo encontré le di la dirección anotada , que de por sí ya me había memorizado, y emprendimos el camino.
Al sur del sur
Crónicas de mi viaje por el sur de América.
Y las más de 24 horas de carretera
Desperté a mitad de la noche con calor y sed, pensando que serían ya las cinco de la mañana o algo así. Que difícil fue notar que apenas eran las tres de la mañana y quedaban tres horas por delante para poder dormir antes de tener que levantarnos. Lamentablemente no pude volver a dormirme, y ya cuando me finalmente estaba cayendo rendida me tocó levantarme. Típico.
De regreso por Chaitén
Era domingo y teníamos todo el día por delante para conocer otros atractivos de Futaleufú, así que esta vez me levante sin mucho apuro a la hora acordada y bajé a desayunar con calma. Mientras nos comíamos el pan con la palta, el queso y el té que nos servía la abuelita, hacíamos los planes del día. Teníamos que comprar los boletos de regreso para el barco hacia Hornopirén, yo quería lavar la ropa que me quedaba sucia -esa llena de polvo gracias a la caminata en la reserva- y ver si nos daba tiempo subir a la Piedra del Aguila, bueno, Lilo quería ir a la piedra, yo esperaba tener un día más tranquilo.
Hacia el sur en mar: Futaleufú
Eran las 9:00 am cuando salimos del hospedaje Catalina, tras despedirnos y tomar el acostumbrado desayuno chileno: pan, palta, mantequilla, mermelada, té, queso, jamón y un pedazo de bizcocho. Llegamos a tiempo, y esperamos una hora antes de que el barco zarpara. A medida que pasaba el tiempo, más vehículos entraban a la embarcación. Las personas salían de sus autos, caminaban por la cubierta, tomaban fotos o se iban a la cabina a descansar.
Hacia el sur y más allá
Como ya había comprobado dos días atrás, mi compañero de viaje carecía del sentido de la puntualidad. Habíamos quedado en reunirnos a las 9:00 a.m, y aunque no tenía manera de despertarme con alguna alarma, a las 8:00 ya tenía los ojos abiertos, por suerte mi cuerpo no sufre esa dificultad cuando viajo. Pero conociendo a mi amigo, me tomé mi tiempo para levantarme. Recogí mis cosas, anduve un poco por el internet, lei un poco, rechacé el desayuno, dado que iríamos por un completísimo (hot dog con tomate y palta).
Hacia el sur profundo: Osorno
Finalmente nos montamos en el autobus camino a Osorno, el reloj marcaba las 9:50 pm y el sueño se empezaba a apoderar de mi. Lo primero que debo resaltar sobre este viaje son las características de nuestro transporte. Además de ser un bus grande de dos plantas, los asientos eran realmente cómodos y grandes, tipo sillones de primera clase de un avión. Lo siguiente es que efectivamente te tratan como en cualquier vuelo, hay una persona que sirve de «azafato», te ofrece una cobija, te ayuda a cerrar todas las cortinas, te coloca una película, anota tu nombre, documento de identidad y el número de emergencia de algún familiar o amigo -imagino por si te pasa algo en el camino-, tienes una pantalla que te dice el nombre de conductor, cuantas horas ha manejado y cuantos kilómetros te quedan por recorrer -esto más que nada porque en Chile tienen la ley de que ningún conductor puede durar más de 5 horas seguidas manejando.
Valparaiso y Viña, ciudad de cerros
Parte del sueño de venir a Chile implicaba no sólo quedarme a vivir en las Torres del Paine, sino también ir al Festival de Viña del Mar. Lamentablemente llegué unas dos semanas más tarde para lo segundo, y a lo primero no pude llegar por falta de dinero. Sin embargo, cuando decidíamos qué hacer ese lunes antes de tomar el bus a Osorno, la opción de viajar a Valparaiso se hizo presente.
13 años más tarde y los Andes
Desde que tenía 16 años había estado ahorrando para cumplir una meta: Conocer Chile. Mientras muchos soñaban con ir a Paris, Roma o New York, yo soñaba con irme al sur de América, y mientras más al sur, mucho mejor. Claro que el viaje es largo y costoso. Y claro también que he viajado a muchas otras partes del mundo, como Paris, Roma o New York, pues porque la vida así me lo había permitido. Así que con el paso de los años la meta se ponía más difusa, y al mismo tiempo más clara: 2016 Chile.
São Paulo ñao foi bom (not good Sao Paulo)
Irme un día antes de Sao Jose do Rio Preto hacia Sao Paulo, aparte de evitar el trote de tomar un bus a media noche para llegar trasnochada al aeropuerto a la mañana siguiente, implicaba poder caminar y conocer la ciudad un poco. Si bueno, eso no fue así, aún cuando tenía mi reserva en el hostal y el bus llegó a las tres de la tarde.
¿Por qué? Preguntarás. El primer contratiempo lo representó mi maleta. Definitivamente debo conseguir una mochila para viajar. Es muy incomodo arrastrar una maleta de 25 kilos por la calle, más en terrenos no muy lisos. Lo peor de todo fue llegar a una especie de barrio, muy lejos de la estación del metro, para encontrarme con que no tengo reserva en el hostal. ¿La razón? Pues básicamente que en Rocko’s House no aseguran la reserva porque no aceptan tarjetas de crédito y no había disponibilidad. Si, esa fue la excusa. Aún cuando durante la semana me comuniqué con ellos a través de Booking.com, página por la cual hice mi reserva, para tratar el tema del transporte al aeropuerto. Por suerte, no había sido la única. Otra chica que llegó justo cuando yo estaba hablando con el tipo en la puerta le acababan de decir lo mismo, pero ella había hecho su reserva mediante HostelWorld.
Despidiendo Brasil
Mi última semana en Brasil pasó tranquila, con un poco de ansiedad sobre algunas cosas, pero en general sin muchos apuros. Como suele ocurrir cuando se acerca el momento de viajar de nuevo.
El miércoles estuvimos celebrando otro cumpleaños, me da la sensación de que vine a celebrar aniversarios, y luego de comer mucho, fuimos a un bar donde los miércoles tienen una especie de karaoke, pero más bien es como a un micrófono abierto. Hay una persona con una guitarra, pides una canción y cantas mientras él te acompaña. Claro que lo hicimos con la letra de la canción en los celulares, y sin el más mínimo sentido del tono, pero fue bastante divertido recibir mi cumpleaños con un grupo de extraños cantando canciones en inglés. Si, acababa de salir de la celebración de uno para recibir otro.