Lo primero es que cuando pensé en ir a estudiar a España, el lugar ideal era Barcelona. De hecho había soñado con ir desde hacía mucho. Segundo, el único equipo de fútbol que actualmente sigo es el Barça. Así que cuando llegué a este país, una de mis metas era ir a la comunidad autónoma de Catalunya, y ver un partido en vivo.
So, cuando vi en la página oficial del FCB que las entradas para el juego de ese sábado estaban a 19 euros (súper baratas en comparación a otros) y que sería el mismo fin de semana que tenía pensado ir a conocer la ciudad, no lo dudé. Se lo comenté a par de compañeras con las que también habíamos planeado ir a ver algún partido, y en dos días armamos el viaje.
Después de durar 40 minutos para poder conseguir las entradas por la página de internet (que francamente ya estaba pensando que no lo lograría) sólo era cuestión de buscar el autobús más barato, y un hostal donde quedarse. Así que ese viernes, al salir de clases a la 1:30, tres latinas de diferentes nacionalidades nos embarcamos en el bus amarillo hacía la tierra prometida. Obviamente que hubo percances como aquel en que Marling no aparecía, y mientras la esperábamos en la estación del metro, el reloj avanzaba, y cuando vinimos a ver resultó que ella ya estaba sentada en el bus. Así que imagínense a dos locas con maletas corriendo por las escaleras del metro para no perder el viaje.
Y claro que cuando ya estábamos sentadas en la guagua, esperamos como 15 minutos más antes de salir, y al final iba casi vacío.
El viaje, aunque largo, fue agradable y tranquilo. Hicimos una parada de 25 minutos en Zaragoza, y luego la segunda parte la pasamos durmiendo, cada una con dos asientos. Finalmente en Barcelona y en la estación del metro (que no nos gustó para nada, toda fea, sucia y muy caliente) tomamos el tren correspondiente que nos dejaría cerca del hostal donde reservamos.
Como no podía faltar, nos dimos una señora perdía, caminando con Google Maps, buscando el sitio y sin hallarlo, preguntando a gente que al final no sabía, y con la idea de que nos podían robar las maletas en cualquier momento. Lo bonito es que no hacía frío, ni viento, un clima que me recordó a Santiago en noches de diciembre. Finalmente se nos ocurrió buscar la hoja de la reserva y entonces buscamos el 538… que resultó estar en la esquina, y el edificio por el cual pasamos como 5 veces.
La impresión que te da cuando lees en un papelito pequeño «Rambla’s Home» es de que es un sitio oscuro y de donde nada bueno puede salir. Cuando el chileno que atiende te abre la puerta y entras, esa impresión no se te va. Cuando llegas al primer piso y ves a gringos bailando merengue en el salón del fondo entonces respiras y dices: que cosa ni más divertida. Una habitación que me recuerda a la habitación de la vieja casa de mi tía en New York (chiquita con tres camarotes y una camita). Una cama designada a cada una, las otras cuatro ocupadas por dos gringas y otras dos chicas que todavía no definía bien de donde eran.
Mi primera queja era que saliéramos a comprar agua, así que nos ubicaron en la esquina, y para sorpresa, una botella de agua más una lata de Coca Cola a 1 euro… cuando la lata de Coca Cola normalmente me costaba 1 euro solo.
En fin, sentada en el camarote de abajo, conectada y escribiendo, se escuchaba el ruido de la gente afuera festejando y hasta esa hora coordinaron para salir y me pareció que se fueron de bonche. Al otro día nos tocaba turistear un poco por la ciudad y en la noche el evento tan esperado, el Barça jugando en casa y nosotras ahí para presenciarlo.
1 comentario en «Barcelona: Rambla’s Home»
Que cool, me encantaría visitar España algún día, lo tengo en mi lista de paises a visitar! Me encanto el post!