Despertarse en una habitación de hostal a las 6 am como que no está… pero no queda de otra si una de las chicas que duermen ahí se levanta para irse y al hacerlo no deja de hacer ruido. Claro, que no fui a levantarme hasta las 9 am.
Luego de alistarnos, salimos a conocer un poco la ciudad. Con la mitad de un sandwish y un jugo de carton en el estómago empezamos a caminar sin estar muy seguras de a dónde ir, pero Barcelona te guía sola. Así que sin mucho esfuerzo nos dirigimos a Plaza Espanya. Entre tomar fotos, atravesar un hermoso parque y llegar a un centro comercial llamado Las Arenas (que simplemente era espectacular) así llegamos a la famosa plaza que terminó siendo nada en comparación a todo lo demás.
Un museo del Rock en el interior de Las Arenas y una vista panorámica de toda la ciudad desde la azotea te pagan todo lo que caminas para llegar al lugar desde el hostal. Luego pasamos las Torres Venecia y un camino que te lleva directo al Museo de Arte de Catalunya, que personalmente me parece fue algún tipo de castillo en la época medieval.
Entre paseo y paseo coordiné para encontrarme con una amiga, con quien al final nunca me pude ver gracias a la falta de tecnología de por medio. Luego de esperarla 50 minutos en medio de la calle, y con las horas corriendo para ir al juego y hacer otras cosas antes, terminamos tomando el metro (yo con gran pesar) regresando al hostal, y pasando por el mercado para comprar algunas cosas para comer.
Al final llegamos para notar que las dos gringas ya no estaban. Y mientras Tracy se daba una siesta de 30 minutos, Marling charlaba por Skype con su familia y yo pasaba mis fotos, nos dieron las 5 de la tarde. Hora para tomar el metro e ir al Camp Nou.
Listas para ir al partido, tomamos lo esencial para andar sin muchos bultos en la calle. Así que sólo me acompañaba mi celular, un poco de efectivo, la identificación y la cámara (porque claro había que registrar ese momento). Tomamos el metro con destino al lugar, y ya se veían a las personas con bufandas, gorros y camisetas alegóricas al equipo. Todos azulgrana.
Los colores rojo, azul y amarillo eran la bandera de todas las personas que se asomaban al Camp Nou. Diversas tiendas colocadas en las afueras del estadio eran el lugar perfecto para todo fanático, turista o visitante seguidor del Barça. Una bufanda fue mi souvenir de la noche, luego de ubicar la puerta de entrada por la que nos tocaba, me relajé un poco y comencé a tomar fotos al escenario. Aún no podía creer que estaba a punto de ver al Barça jugar en su casa.
Una pareja de Singapur nos prestó su gorro (bastante gracioso por cierto) con el que Mar se tomó una foto, luego terminamos nosotras en la foto con la chica. A las 6:30 abrieron las puertas del estadio, todos entusiasmados ibamos caminando hacia el interior del cielo. Cuando pasamos la entrada por la máquina de verificación casi corro hacía el lugar donde me tocaba: bloque 454, fila 13, asiento 10. En lo alto del estadio del lado de una de las porterias. Genial.
Claro que al subir mi vértigo no se hizo esperar. Así que como buena cobarde iba paso a paso sosteniéndome de cada barandilla que encontraba con temor a caerme. Cosa que no iba a pasar porque no había forma de, pero al ser tan inclinado la sensación era distinta.
Finalmente el tener el campo de futbol iluminado frente a mi fue como: ¡No me lo puedo creer!. Incluso cuando ya estabamos sentadas, esperando el inicio del juego, todo parecía irreal. Las luces, las pantallas, la música de fondo, la voz de un locutor que de vez en cuando informaba algo de lo cual nunca me enteraba porque sólo lo decía en catalán, y como poco a poco se llenaba el lugar… El pensar que no se iban a llenar todos los asientos y que al final resultó que con solo pestañear no había un lugar vacío.
El partido inició, y a los 3 minutos de comenzado el juego ya marcábamos gol. El inicio de una goleada insesante fue el paso de un juego al que quizás le faltó mayor emoción (por aquello de que al meter 3 goles en el primer tiempo ya teníamos una gran ventaja) pero que al vivirlo en casa, con todos aquellos fanáticos, ¡Jesus…algo sin igual!.
Los coros animando al Barça, cuando cantábamos GOOOOOOOOOOL!!!, cuando todos se levantaban de sus asientos asustados, o cuando casi la metemos pero no. Cuando se hizo la ola en todo el estadio 3 veces. Incluso cuando en el medio tiempo salí al baño y como siempre la fila de las mujeres avanzaba mucho más lenta que la de los hombres y yo en la fila y el segundo tiempo comenzando… Por suerte desde donde estaba podía ver la portería del equipo contrario. Hasta que se me entró la desesperación, me olvidé del baño y quise regresar, pero me perdí (nada raro en mi).
A los 20 minutos del 2do tiempo iniciado, dos goles, uno que vi desde la fila del baño y otro que me perdí (Messi no me quiere, por eso siempre que marca el primer gol, nunca lo puedo ver) regresé a mi asiento un poco frustrada, pero concentrada en el juego. Tanto que nos regalaron otro gol bien cerquita, pero que al final nos anularon (todavía no sé bien porqué).
El himno del Barça sonó cuando el minuto 91 finalizaba. Desde el minuto 80 ya la gente comenzaba a irse, pero fueron muchos los que se quedaron aún después de acabado para tomarse fotos, o aquellos que luego de salir del estadio se quedaron esperando en la salida del parqueo a ver si lograban ver a algún jugador (o Mar que quería ver a Guardiola y que al final no vio). Supuestamente pasó Pike en uno de los carros que vimos, y comenzaron los rumores de si Shakira iba con él. La verdad no lo sé, ni me importa.
Regresamos en un metro atestado de gente, y las manchas rojas, amarillas y azules conformaban una marea. La felicidad se reflejaba en todos los rostros que veía a mi paso, y yo, como una niña a quien le acaban de dar su navidad no era la que expresaba menos. Ah y claro, que aquello de salir del estadio y encontrarme con la tienda oficial fue como la señal perfecta para realizar un buen regalo.
Regresamos al Hostal para guardar las cosas y salir a pasear un rato por las calles cercanas, nos encontramos con dos nuevas inquilinas que tampoco hablaban español (creo que son gringas, pero parecen asiáticas) un poco malhumoradas porque querían dormir a las 10 de la noche en una habitación de cinco mujeres más que tenían cosas que hacer. Quien me diría que la noche terminaría ahí.
Claro que si la emoción de un partido de fútbol no es suficiente, tenía que encontrarme en un lugar donde la mayoría de los inquilinos son de países totalmente distintos y muchos se la pasan viajando por el mundo sin otro oficio más en la vida.
Así que mientras estaba en el área común con mi computadora pasando las fotos del juego, había un grupo cherchando y compartiendo en distintos idiomas, predominantemente español e inglés. A la una de la madrugada de repente se acercan a nosotras hablándonos en inglés y preguntando si queremos acompañarlos a una fiesta que había a dos bloques de allí, super barata y de buena onda. Al ver que las naciones unidas estaba reunida en sesión dije, que rayos, vamos a caminar a ver que pasa.
Resulta que habían dos australianos (hermanos) que andaban con un iphone y google maps diciéndole como llegar al lugar, al que supuestamente podías ir caminando… Estaba la gringa, muy bonita ella que se presentó amablemente, y el mexicano que no se callaba o el argentino que no hablaba. Así que caminando y caminando, al final nunca dimos con el lugar. Pero no sé porqué razón insistían tanto en que fuera en aquel sitio. Luego de preguntarle a más de cuatro personas en la calle la dirección, resultó que al final la tenían equivocada.
Entonces, como parte de los latinos estábamos jartos de caminar (aunque francamente ver a Tod diciendo «sorry» cada cinco minutos, a su hermana Sasha decir «this way, come on» o a Rachell molesta y decir «what the fuck we are doing in this street?» el argentino y nosotras decidimos regresar al hostal, y ellos siguieron su ruta por Barcelona (sin encontrar nada, porque tenían la dirección mal).
Al llegar unos muchachos (que también habían ido al juego) se dirían a la famosa fiesta, y luego de durar como 20 minutos para salir, finalmente tomaron el taxi y se fueron. Mientras el argentino se mantenía callado con su celular, las chicas jugaban a las cartas y yo escribía las cosas que me pasaron, llegaron los chicos y me pregunté: ¿qué paso? Al final resultó ser que la famosa fiesta eran cuatro «hippies» y una música endemoniada a lo cual pensé: Gracias a Dios nunca llegamos. Cinco minutos después llegaron los desaparecidos, con una cara obvia de frustracción. Algunos se fueron a acostar, otros salieron a la terraza a fumar. Todos susurrando para evitar despertar a los demás.
Fue ahí donde terminó mi sábado. Puesto que en ese momento mi cuerpo pedía dormir y descansar. ¿Qué nos esperaba al siguiente día? Pues la verdad no lo sabía. Todavía había mucho que conocer de Barcelona, claro que no todo lo podríamos ver. Pero creanme, quedarse en un hostal con habitaciones compartidas es toda una experiencia cultural. Claro que aquella sólo sería la primera de muchas veces que me tocarían vivir algo así.