10 de abril, 2012.
Tras haber lavado la ropa en la noche, esta mañana nos levantamos un poco más tarde de lo previsto. La mala noticia era que la ropa había quedado humeda. A nadie se le ocurrió sacarla y tenderla. Luego de durar un par de horas haciendo que se seque y recogiendolo todo, salimos a nuestro último paseo por Granada antes de tomar el autobus hacia Sevilla. Fue corto la verdad.
Caminamos hasta el centro para tomar el bus que nos dejaría en las inmediaciones de la Alhambra. Aquí duramos un rato caminando por los jardines y tomando algunas fotos. Bellos árboles, ruinas, caminos medievales y arquitectura antigüa eran los elementos de la enorme y bella Alhambra.
Regresamos a recoger las cosas, dado que todavía debíamos llegar a la estación para tomar el transporte que nos dejaría en la siguiente estación. Al comer nos dirigimos al andén diez minutos antes de la hora de salida, pero el chofer al parecer tenía prisa porque aún faltando 10 minutos ya todos estaban montados. Nos apuramos y tomamos nuestros asientos. Aquí comenzó el viaje del martirio para las chicas.
Delante de ellas se sentaron dos muchachos que estaban drogados, literalmente. Uno de ellos se la pasó molestando a todo el que estaba al lado. Yo como venía detrás con los audifonos lo ignoraba totalmente. Fue tanta la incomodidad que no pudieron dormir tranquilas en todo el camino. De hecho hubo un momento en que Mar se quedó dormida y al abrir los ojos se encontró de frente con la cara de loco del tipo este que se le había quedado mirando. Tanto así que tuvo que decirle tres vainas para que las dejara en paz, pero el tipo este no se controló. Y cuando no las molestaba a ellas, era a la chica de al lado, quien terminó cambiando de asiento con un hombre fornido y moreno.
Así transcurrieron las tres horas de trayecto desde Granada. Una ciudad muy bonita pero de la cual salimos no muy felices. Al llegar a Sevilla compramos nuestros tickets de regreso a Madrid para dentro de dos días cuando termina nuestro viaje. Consultando la dirección del hostal llegamos por primera vez sin perdida y casi enseguida. Las personas muy amables nos indicaban el camino sin problemas, y en el hostal, el cual es muy bonito, nos recibieron con muchas atenciones. Ya instaladas y con más ganas de quedarnos a dormir que de salir, tomamos mapa en mano y caminamos a conocer parte de la ciudad y su belleza nocturna.
Cruzamos por el lado de la Triana, y ciertamente todo era muy hermoso. Estuvimos un rato medio perdidas sin saber a donde ir. Algo muy gracioso nos pasó cuando una de las chicas necesitaba ir al baño y entré a un bar a pedir que nos dejaran usarlo, mi frase fue esta: perdone, estamos perdidas y mi amiga necesita un baño, ¿podemos usarlo? Luego con el mapa le dije: ¿puedo hacerle una pregunta? ¿en qué parte del mapa estamos? Un hombre que estaba sentado en la barra me miró y se moría de risa.
Nos detuvimos a comer en un lugar de tapas, donde el mesero (un señor de algunos 40 largos o 50) parecía enamorado de Tray. Fueron tantas las atenciones que tras haber pagado la factura nos pidió una foto con nosotras, bueno, con Tray, pero como ella no iba a salir sola con el señor me tocó acompañarla. Lo malo es que Mar pensó que no la ibamos a subir. Pero vamos, que el asunto se daba muy divertido para no compartirlo.
Caminamos entonces hacia nuestro destino, el puente de Triana. Un lugar hermoso con una vista espectácular. Pensabamos caminar un poco más allá hasta el siguiente puente, pero ya se hacía muy tarde para regresar, tomando en cuenta que mañana debemos casi madrugar para aprovechar el día.
Al volver las sirenas de las ambulancias, los bomberos y la policía nos asustaron. Justo en la esquina donde debíamos doblar en la Plaza de Armas había un incendio. O eso fue lo que nos contó el policía al llegar al lugar de los hechos. En lo personal ni siquiera llegué a ver el humo. Y me pareció muy extraño tomando en cuenta que las personas salían de ahí muy tranquilas y con calma, de hecho en la terraza de afuera habían unos hombres sentados tomandose algo.
Duramos unos minutos a ver si pasaba algo, y al notar que no era nada interesante más que el susto y el alboroto de cerrar la calle, nos fuimos. Llegamos a nuestro refugio de trotamundos para descansar y retomar energías que necesitaremos para mañana. Cuando Sevilla amanezca y estemos listas para conocer todo su encanto.