Un día que parece cinco

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En medio de la nostalgia, el pasado 10 de octubre se cumplieron 4 años desde mi primera travesía por Europa, retomo mis crónicas de viaje de esta maravillosa experiencia. Más de 300 días del  Efecto Máster, 11 meses de estudios, trabajo y sobre todo muchos viajes. Aquí comparto mi historia de mochilera por el Viejo Mundo. Con esta inicia mi travesía desde octubre 2011 hasta septiembre 2012.

10 octubre 2011.

Ok, viajar es fascinante…más cuando es un viaje tan esperado como el que yo y una de mis hermanas del alma acabamos de realizar… Pero la verdad es que no todo en los viajes es color de rosa, aunque eso es lo que lo hace más interesante.

Santo Domingo- Barajas, Madrid- Bilbao, País Vasco.

Desde la primera vez que me tocó volar más de cuatro horas hacia otro continente he tenido la sensación de que el tiempo se detiene. Ese 10 de octubre del 2011 fue mi primer vuelo trasatlántico. Debo decir que fue bastante cómodo aún siendo la primera vez que viajaba ocho horas en un avión. Y aunque hubo un retraso de dos horas, de que tenía sobrepeso en las maletas, por lo que me tocó abrir el equipaje en medio del aeropuerto para sacar cosas —¿cómo quieren que lleve todo lo necesario en 100 libras para todo un año?—, todo lo que mis familiares y amigos me hicieron llorar al despedirme —la primera de tantas despedidas—,lo malo del wrap que me comí en el aeropuerto, sin contar la poca amabilidad de algunas personas al llegar al otro lado del charco. Eso sí fue un choque cultural. 

Al llegar a Barajas, tuve que correr hacia la próxima terminal, para luego durar más de cuatro horas en espera para el próximo vuelo, que también se retrasó, para un vuelo de apenas 30 minutos. La cara de «perro» del taxista, que parecía que me iba a hacer un favor al traerme al hotel y que para el colmo me dejó botada a una esquina con 6 maletas… La falta de un adaptador para poder mantener mis aparatos cargados y conectados y el cansancio que todo eso conlleva…

Pero, vuelvo y digo, el primer vuelo fue cómodo, tuvimos una buena cena, buen desayuno, el aeropuerto es enorme. Unas niñas estuvieron cantando mientras esperábamos el siguiente vuelo y fueron una ternura, aunque las demás personas alrededor —adultos no jóvenes— estaban de mal humor. No hubo problemas al recoger las maletas, la recepcionista del hotel es un amor de persona, la ciudad es HERMOSA y ahora es que empieza esta enorme aventura.

Realmente todavía no me creía que íbamos a durar todo un año allí, mucho menos que ya estábamos ahí. Me parecía que al acostarme para dormir despertaría y notaría que estaba en mi casa, del otro lado del charco. Sin los programas doblados al castellano de España en la televisión y el proceso de las elecciones.

En fin, ya estábamos ahí, la vista era maravillosa, y con sus bajas y altas, aquella prometía ser una experiencia inigualable.

1 comentario en «Un día que parece cinco»

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