Como el autobús salía a las 11 a.m y teníamos que buscar un lugar donde desayunar, tratamos de no levantarnos muy tarde. Recogimos todo, arreglamos la casa, tratando de dejarla lo más parecida a como la encontramos, le dejamos una nota a nuestra anfitriona en un cuaderno de invitados, y luego de buscar en Google lugares donde desayunar, salimos con maletas en mano.
Por primera vez caminamos la zona por donde nos quedamos, y notamos que estábamos cerca de una parada del tranvía y que habían muchos sitios donde desayunar cerca. Llegamos al lugar donde nos atendió una chica rubia muy amable, y nos dimos cuenta de que habían muchos latinos. Elegimos una mesa y pedimos el real desayuno: Huevos, tocineta, papas, tostadas, chocolate, jugo de naranja… Al terminar de comer pedimos el Uber (si basicamente nos mantuvimos moviendonos en este sistema de transporte por cuestiones de tiempo).
El bus estaba estacionado en la calle, esperando a sus pasajeros, le enseñamos el ticket en el celular al maletero, entregamos nuestras maletas y subimos al segundo piso. Nos acomodamos en los asientos, y a las 11 en punto el autobús se puso en camino. A medida que avanzamos hacia el sur, íbamos dejando el cielo gris y las temperaturas bajas. Siete horas nos esperaban de camino y una parada de 30 minutos. Entre dormir, leer y escuchar música llegamos a la parada en algún lugar del desierto. Literalmente, de un lado se veía la autopista, varios puestos de comida rápida y estaciones de gasolina, un motel y del otro lado, nada. Tierra vacía.
En la guagua la temperatura estaba fresca gracias al aire acondicionado, así que fue un poco fuerte el choque de clima al salir. La temperatura marcaba 36 grados, el sol estaba radiante y el aire se sentía seco. Entramos a Taco Bell, donde obviamente no tenían papas (en R.D hacen las mejores papas fritas), comimos, aprovechamos para ir al baño y comprar agua, así como snacks, dado que antes de bajar del vehículo el chofer anunció que había un accidente y la vía estaba cerrada por lo que nos retrasaríamos un poco si al llegar a ese punto teníamos que tomar otro camino. Cuarenta minutos más tarde volvimos al camino. Todo parecía estar tranquilo, nos informaron que la vía se había abierto y que si teníamos suerte no nos retrasaríamos. Nos engañaron vilmente.
Llegamos al punto de no regreso y estuvimos ahí parados aproximadamente dos horas. El tapón que se armó no tenía madre, pero fue entretenido ver a los demás vehículos, carros de todo tipo, personas con snacks y botellas de agua en sus autos. Grupos, parejas y personas que viajaban solas. Una chica parecía que se estaba mudando por todo lo que llevaba (desde una almohada hasta un abanico).
Al final pasamos el punto del accidente, y una hora más tarde estábamos llegando a la primera parada. Claro, nosotros creíamos que ahí era que nos tocaba quedarnos, pero nos dimos cuenta que no cuando una chica le dijo al chofer que a ella le tocaba quedarse en Los Ángeles, pero que se quedaría allí. So, inmediatamente volvimos a montarnos. Llegamos finalmente al Union Station de Los Ángeles, una estación muy bonita y agradable. Pedimos el Uber, que duró un rato en llegar porque no sabía como entrar al área donde nos encontrábamos (cosa que no entendí porque parecía muy fácil) y llegamos al hotel. Como pasaban de las 11 de la noche y estábamos muertos del cansancio pedimos delivery. Comimos pasadas las 12 de la media noche, y de inmediato nos preparamos para dormir.